miércoles, 23 de septiembre de 2015

Sonido e Imágenes

El sonido de las copas era ensordecedor. En aquel pequeño restaurante, los comensales parecían haber dejado de existir, convirtiéndose sólo en imágenes, y dando lugar a una sucesión de estruendos provocados por el continuo chocar de platos y vasos. Ana miraba al vacío, temerosa por tal escándalo. Su mesa y los que se habían reunido a su alrededor se le mostraban como luces fulgurantes carentes de sentido. Su respiración nerviosa respondía a la intranquilidad que le provocaban aquellas estridencias. Los aullidos parecían habérsele metido en la cabeza y deseaba gritar. Se colocó las manos en los oídos, con torpeza y desesperación, tratando de protegerse.

De pronto, sintió la mano de César, que a modo de caricia, le rozaba la espalda. “Oye, ¿estás bien?”- preguntó él más como cortesía que por verdadera preocupación. “No, estoy muy mareada. ¿No te parece que hay mucho ruido aquí?- respondió ella la mirada perdida. “¿Lo dices en serio? Pero si aquí no hay ni un alma, prácticamente somos los únicos aquí. Si te molesta nuestra conversación…”. “No, no es eso. Es este ruido horrible que no para”. César la contempló con intranquilidad. “Creo que me voy a casa”. dijo finalmente abatida.“Es una broma, ¿no? No puedes irte en medio de la cena. Mis padres han venido expresamente para verte.” La incredulidad le hizo olvidarse de su angustia por un segundo. “Lo lamento. Me siento mal. Tengo que irme”.

Ana se levantó con lentitud de su asiento. Y supo que no era necesario decir nada. César se encargaría de dar las explicaciones pertinentes. Era su especialidad, contentar a todo el mundo. Caminó hacia la salida del restaurante sin prestar atención a las reacciones ni a los comentarios. Pero en el umbral de la puerta los miró. Y sólo vio figuras geométricas de color azul, que parecían encajar entre ellas.

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