domingo, 24 de enero de 2016

Sin escapatoria

Abro los ojos y por un momento no sé dónde estoy. Es la misma habitación de siempre, pero como de costumbre, necesito unos minutos para reaccionar. Y caigo en la cuenta de que es mi cumpleaños. Arturo se ha despertado ya. Tampoco es algo extraño. Él no aguanta mucho más allá de las nueve en la cama. Y me agazapo. Ése es mi momento favorito del día, cuando estoy sola en la cama sin él. Puedo mover todo mi cuerpo sobre el lecho y sentir que es mi territorio. No tiene nada que ver con que él haga ruidos incómodos mientras duerme, ni siquiera que ya no le quiera. No, todo eso es secundario. Mientras él anda en el piso de abajo, haciendo el desayuno, o mirando quién sabe qué en el ordenador, yo disfruto del silencio del cuarto. Las persianas están bajadas pero noto como los rayos del sol se cuelan entre ellas, tratando de alcanzarme, pero no pueden. Yo siempre gano en esa batalla. El silencio. Me gusta la mañana porque no oigo mis pensamientos. Parece que aún puedo ignorarlos mientras siento la frialdad de las sábanas. Mi cabeza está llena de sombras, que intentan alcanzarme, como los rayos del día. Y temprano siento que aún tengo control sobre ellas, pero a medida que transcurre el día, ellas toman posesión de mí y siento que las obedezco, que yo dejo de existir. A veces me provocan horribles dolores de cabeza; otras simplemente veo los colores y formas que ellas me muestran. Y lo demás no importa. Por eso, Arturo no importa. Es más, me pregunto si alguna vez lo hizo. Nos conocimos, y él fue amable y me trató bien… Hacía y aún hace todo lo que yo deseo. Al principio pensaba que era por echar un polvo, ahora no estoy tan segura, porque no recuerdo la última vez que lo hicimos. La semana pasada me pareció escucharlo masturbarse en el baño cuando llegaba del supermercado. Pero no me importó. Traté de hacer el menor ruido posible para que no se sintiera violentado. Que al menos desahogue su frustración. Yo hace ya tiempo que no siento ese tipo de pasión. Al menos con él.
Es mi cumpleaños, ¿lo habia dicho antes? Cumplo veinteséis años. Me cuesta hasta creerlo. Siento que hubiera llegado al final de mi vida, que no quedaran muchas emociones por vivir. Porque, ¿qué me espera el día de hoy? Un beso de Arturo, salir a cenar, engullir para paliar la frustración… Nada nuevo. ¿Y si tuviera fuerzas para volver a intentarlo? La última vez no pude, me faltó valor. Y por un momento la posibilidad de una vía de escape, una salida a esta farsa pareció salir a flote. Y eso fue suficiente. Pero me estaba engañando. No hay escapatoria de este simulacro.

Buenos días, sombras. Cada día acudís a mí más temprano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario