domingo, 24 de enero de 2016

Un secreto

Guarda un secreto en un su bolsillo. Cuando camina por las calles, se sienta en un café o toma clase, rodeada por sus compañeros, puede volver a él y nadie lo sabe. Ella esconde la mano en su bolsillo con cuidado para que nadie la vea y lo agarra con fuerza. Y mientras, los demás a su alrededor, están ajenos en sus propias vidas o en las rutinas compartidas, y ella sonríe porque disfruta de su secreto. Le fascina la idea de poseer este misterio y que nadie pueda compartirlo con ella. Convertirse en un momento en un ser diferente o simplemente alejarse de todas las banalidades que envuelven a los demás. Porque ella guarda un secreto.

Y cuando lo agarra con fuerza, puede volver al pasado. Y puede volver a sentirse como se sintió aquella tarde. En esa velada, ella también tenía un secreto, pero lo compartía con él. Rodeados de una multitud de ruidos, chistes, cervezas, ellos intercambiaban miradas, caricias sutiles que sólo ambos podían entender, porque era su lenguaje propio, desconocido para los demás. A medida que la tarde transcurría, ella fue sintiendo una ola de calor y deseo que se fue apoderando de ella, hasta tal punto que no pudo soportarlo más. Y se escabulló a la planta de abajo, y esperó a que él saliera. Esos minutos se hicieron eternos, la escalera de caracol frente a ella parecía girar de impaciencia también. Pero él sí salió de su escondrijo y, aunque sorprendido por encontrarla ahí, esperándolo, no hizo faltar intercambiar una sola palabra, porque el lenguaje de sus miradas habló por sí solos. Ella se acercó decidida y se fundieron en un beso. Un beso lleno de nervios, de excitación, de dulzura. Un beso prohibido, que lo empezaría todo y permanecería siempre como un secreto.

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