domingo, 24 de enero de 2016

Mirando al vacío


Hernán leía el periódico con su gesto de desgana habitual. María miraba al vacío, como si el vacío mismo hubiese agotado todas sus posibilidades. Dio una calada a su cigarrillo y exhaló con más fuerza de la prevista. Hernán sintió el humo en su cara y le lanzó un alarido, parecía que ella ya no merecía siquiera palabras. María sabía que ya iba siendo hora de recoger la mesa, había pasado rato desde que desayunaron, los niños andaban jugando por allí. Pero ella no podía moverse. Se sentía soldada a la silla del comedor. Aquel cigarrillo parecía ser la excusa que le permitía quedarse en silencio, sin hacer nada. No obstante, se le iba agotando. Algunas mañanas había contemplado a Hernán con dulzura; otras, con preocupación. Más tarde, con desesperación; finalmente, con indolencia. Tenía veintiocho años y no era consciente de en qué preciso momento su vida dejó de importar. Al menos, a ella.  

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